miércoles, 23 de febrero de 2011

No me gusta la cumbia, sin embargo.....

Podemos tener opiniones diferentes sobre la cumbia, en particular si debo decir la verdad, a mi no me gusta ni un poquito, sin embargo recibí en estos dias algo llamado la CUMBIA GEOGRÁFICA, y a pesar mio, tengo que aceptar que no está tan mal............ claro que, por lo que dice su letra.
Se las dejo a mano, ahora los que tendrán que fijarse son uds., los demás link están en la etiqueta (arriba) VIDEOS.
Quizás los chicos se la aprendan de memoria, como tantas otras con terribles letras y terminen sabiendo algo más sobre geografia. Soñar no cuesta nada.



También podrán ver:
La cumbia gramatical
La cumbia matemática
La cumbia filosófica

lunes, 21 de febrero de 2011

¿Que es un lector?

PAPELES ROTOS

Hay una foto donde se ve a Borges que intenta descifrar las letras de un libro que tiene pegado a la cara. Está en una de las galerías altas de la Biblioteca Nacional de la calle México, en cuclillas, la mirada contra la página abierta.
Uno de los lectores más persuasivos que conocemos, del que podemos imaginar que ha perdido la vista leyendo, intenta, a pesar de todo, continuar. Ésta podría ser la primera imagen del último lector, el que ha pasado la vida leyendo, el que ha quemado sus ojos en la luz de la lámpara. «Yo soy ahora un lector de páginas que mis ojos ya no ven».
Hay otros casos, y Borges los ha recordado como si fueran sus antepasados (Mármol,Groussac, Milton). Un lector es también el que lee mal, distorsiona, percibe confusamente. En la clínica del arte de leer, no siempre el que tiene mejor vista lee mejor.
«El Aleph», el objeto mágico del miope, el punto de luz donde todo el universo se desordena y se ordena según la posición del cuerpo, es un ejemplo de esta dinámica del ver y el descifrar. Los signos en la página, casi invisibles, se abren a universos múltiples.En Borges la lectura es un arte de la distancia y de la escala.
Kafka veía la literatura del mismo modo. En una carta a Felice Bauer, define así la lectura de su primer libro: «Realmente hay en él un incurable desorden, y es preciso acercarse mucho para ver algo» (la cursiva es mía).
Primera cuestión: la lectura es un arte de la microscopía, de la perspectiva y del espacio (no sólo los pintores se ocupan de esas cosas). Segunda cuestión: la lectura es un asunto de óptica, de luz, una dimensión de la física.
Joyce también sabía ver mundos múltiples en el mapa mínimo del lenguaje. En una foto, se lo ve vestido como un dandy, un ojo tapado con un parche, leyendo con una lupa de gran aumento.
El Finnegans Wake es un laboratorio que somete la lectura a su prueba más extrema. A medida que uno se acerca, esas líneas borrosas se convierten en letras y las letras se enciman y se mezclan, las palabras se transmutan, cambian, el texto es un río, un torrente múltiple, siempre en expansión. Leemos restos, trozos sueltos, fragmentos, la unidad del sentido es ilusoria.
La primera representación espacial de este tipo de lectura ya está en Cervantes, bajo la forma de los papeles que levantaba de la calle. Ésa es la situación inicial de la novela, su presupuesto diríamos mejor. «Leía incluso los papeles rotos que encontraba en la calle», se dice en el Quijote (I, 5).
Podríamos ver allí la condición material del lector moderno: vive en un mundo designos; está rodeado de palabras impresas (que, en el caso de Cervantes, la imprenta ha empezado a difundir poco tiempo antes); en el tumulto de la ciudad se detiene a levantar papeles tirados en la calle, quiere leerlos.
Sólo que ahora, dice Joyce en el Finnegans Wake –es decir en el otro extremo del arco imaginario que se abre con Don Quijote–, estos papeles rotos están perdidos en un basurero, picoteados por una gallina que escarba. Las palabras se mezclan, se embarran, son letras corridas, pero legibles todavía. Ya sabemos que el Finnegans es una carta extraviada en un basural, un «tumulto de borrones y de manchas, de gritos y retorcimientos y fragmentos yuxtapuestos». Shaum, el que lee y descifra en el texto de Joyce, está condenado a «escarbar por siempre jamás hasta que se le hunda la mollera y se le pierda la cabeza, el texto está destinado a ese lector ideal que sufre un insomnio ideal» (by that ideal reader suffering from an ideal insomnia).
El lector adicto, el que no puede dejar de leer, y el lector insomne, el que está siempre despierto, son representaciones extremas de lo que significa leer un texto, personificaciones narrativas de la compleja presencia del lector en la literatura. Los llamaría lectores puros; para ellos la lectura no es sólo una práctica, sino una forma de vida.
Muchas veces los textos han convertido al lector en un héroe trágico (y la tragedia tiene mucho que ver con leer mal), un empecinado que pierde la razón porque no quiere capitular en su intento de encontrar el sentido. Hay una larga relación entre droga y escritura, pero pocos rastros de una posible relación entre droga y lectura, salvo en ciertas novelas (de Proust, de Arlt, de Flaubert) donde la lectura se convierte en una adicción que distorsiona la realidad, una enfermedad y un mal.
Se trata siempre del relato de una excepción, de un caso límite. En la literatura el que lee está lejos de ser una figura normalizada y pacífica (de lo contrario no se narraría); aparece más bien como un lector extremo, siempre apasionado y compulsivo. (En «El Aleph» todo el universo es un pretexto para leer las cartas obscenas de Beatriz Viterbo.)
Rastrear el modo en que está representada la figura del lector en la literatura supone trabajar con casos específicos, historias particulares que cristalizan redes y mundos posibles.
Detengámonos, por ejemplo, en la escena en la que el Cónsul, en el final de Under the Volcano, la novela de Malcolm Lowry, lee unas cartas en El Farolito, la cantina de Parián, en México, a la sombra de Popocatépetl y del Iztaccíhuatl. Estamos en el último capítulo del libro y en un sentido el Cónsul ha ido hasta allí para encontrar lo que ha perdido. Son las cartas que Yvonne, su ex mujer, le ha escrito en esos meses de ausencia y que el Cónsul ha olvidado en el bar, meses atrás, borracho. Se trata de uno de los motivos centrales de la novela; la intriga oculta que sostiene la trama, las cartas extraviadas que han llegado sin embargo a destino. Cuando las ve, comprende que sólo podían estar allí y en ningún otro lado, y al final va a morir por ellas.

El Cónsul bebió un poco más de mezcal.
«Es este silencio lo que me aterra... este silencio...»
El Cónsul releyó varias veces esta frase, la misma frase, la misma carta, todas las letras, vanas como las que llegan al puerto a bordo de un barco y van dirigidas a alguien que quedó sepultado en el mar, y como tenía cierta dificultad para fijar la vista, las palabras se volvían borrosas, desarticuladas y su propio nombre le salía al encuentro; pero el mezcal había vuelto a ponerlo en contacto con su situación hasta el punto de que no necesitaba comprender ahora significado alguno en las palabras, aparte de la abyecta confirmación de su propia perdición...

En el universo de la novela las viejas cartas se entienden y se descifran por el relato mismo; más que un sentido, producen una experiencia y, a la vez, sólo la experiencia permite descifrarlas. No se trata de interpretar (porque ya se sabe todo), sino de revivir. La novela –es decir, la experiencia del Cónsul– es el contexto y el comentario de lo que se lee. Las palabras le conciernen personalmente, como una suerte de profecía realizada.
En el exceso, algo de la verdad de la práctica de la lectura se deja ver; su revés, su zona secreta: los usos desviados, la lectura fuera de lugar. Tal vez el ejemplo más nítido de este modo de leer esté en el sueño (en los libros que se leen en los sueños).
Richard Ellman en un momento de su biografía muestra a Joyce muy interesado por esas cuestiones. «Dime, Bird, le dijo a William Bird, un frecuente compañero de aquellos días, ¿has soñado alguna vez que estabas leyendo? Muy a menudo, dijo Bird. Dime pues, ¿a qué velocidad lees en tus sueños?»
Hay una relación entre la lectura y lo real, pero también hay una relación entre la lectura y los sueños, y en ese doble vínculo la novela ha tramado su historia.
Digamos mejor que la novela –con Joyce y Cervantes en primer lugar– busca sus temas en la realidad, pero encuentra en los sueños un modo de leer. Esta lectura nocturna define un tipo particular de lector, el visionario, el que lee para saber cómo vivir. Desde luego, el Astrólogo de Arlt es una figura extrema de este tipo de lector. Y tambiénErdosain, su doble melancólico y suicida, que lee en un diario la noticia de un crimen y la repite luego al matar a la Bizca.
En este registro imaginario y casi onírico de los modos de leer, con sus tácticas y sus desviaciones, con sus modulaciones y sus cambios de ritmo, se produce además un desplazamiento, que es una muestra de la forma específica que tiene la literatura de narrar las relaciones sociales. La experiencia está siempre localizada y situada, se concentra en una escena específica, nunca es abstracta.
Habría en este sentido dos caminos. Por un lado, seguir al lector, visto siempre al sesgo, casi como un detalle al margen, en ciertas escenas que condensan y fijan una historia muy fluida. Por otro lado, seguir el registro imaginario de la práctica misma y sus efectos, una suerte de historia invisible de los modos de leer, con sus ruinas y sus huellas, su economía y sus condiciones materiales.
De hecho, al fijar las escenas de lectura, la literatura individualiza y designa al que lee, lo hace ver en un contexto preciso, lo nombra. Y el nombre propio es un acontecimiento porque el lector tiende a ser anónimo e invisible. Por de pronto, el nombre asociado a la lectura remite a la cita, a la traducción, a la copia, a los distintos modos de escribir una lectura, de hacer visible que se ha leído (el crítico sería, en este sentido, la figuración oficial de este tipo de lector, pero por supuesto no el único ni el más interesante). Se trata de un tráfico paralelo al de las citas: una figura aparece nombrada, o mejor, es citada. Se hace ver una situación de lectura, con sus relaciones de propiedad y sus modos de apropiación.
Buscamos, entonces, las figuraciones del lector en la literatura; esto es, las representaciones imaginarias del arte de leer en la ficción. Intentamos una historia imaginaria de los lectores y no una historia de la lectura. No nos preguntaremos tanto qué es leer, sino quién es el que lee (dónde está leyendo, para qué, en qué condiciones, cuál es su historia).
Llamaría a ese tipo de representación una lección de lectura, si se me permite variar el título del texto clásico de Lévi–Strauss e imaginar la posición del antropólogo que recibe la descripción de un informante sobre una cultura que desconoce. Esas escenas serían, entonces, como pequeños informes del estado de una sociedad imaginaria –la sociedad de los lectores– que siempre parece a punto de entrar en extinción o cuya extinción, en todo caso, se anuncia desde siempre.
El primero que entre nosotros pensó estos problemas fue, ya lo sabemos, Macedonio Fernández. Macedonio aspiraba a que su Museo de la novela de la Eterna fuera «la obra en que el lector será por fin leído». Y se propuso establecer una clasificación: series, tipologías, clases y casos de lectores. Una suerte de zoología o de botánica irreal que localiza géneros y especies de lectores en la selva de la literatura.
Para poder definir al lector, diría Macedonio, primero hay que saber encontrarlo. Es decir, nombrarlo, individualizarlo, contar su historia. La literatura hace eso: le da, al lector, un nombre y una historia, lo sustrae de la práctica múltiple y anónima, lo hace visible en un contexto preciso, lo integra en una narración particular.
La pregunta «qué es un lector» es, en definitiva, la pregunta de la literatura. Esa pregunta la constituye, no es externa a sí misma, es su condición de existencia. Y su respuesta –para beneficio de todos nosotros, lectores imperfectos pero reales– es un relato: inquietante, singular y siempre distinto.

domingo, 20 de febrero de 2011

Proyecto Quijote 2.0

La Real Academia Española y YouTube impulsan la lectura global de "El Quijote" en la Red con el fin de incentivar el uso del español en YouTube ------------------------------------------------------------------------------

Los tiempos han cambiado tanto que hasta los clásicos se están subiendo al carro de las nuevas tecnologías para llegar al público. La obra cumbre de Miguel de Cervantes no podía ser menos, así que YouTube, la Real Academia Española (RAE) y la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) han lanzado un interesante proyecto con el fin de promover el uso del español en YouTube y el compromiso de ofrecer contenidos educativos y culturales a nivel internacional. "Quijote 2.0"" pretende recrear en vídeo la lectura completa de la obra cumbre de la literatura española en boca de 2149 hispanohablantes de todo el mundo.
Capitulo 1:

sábado, 19 de febrero de 2011

Derechos de los lectores de libros digitales

Nota de: Hexágono Bibliotecario

16/02/2011



Las plataformas de acceso y venta de libros digitales de Google, Amazon y Apple, entre otras, están basadas en el concepto de "libros en la nube", que conlleva una nueva manera de acceder a la información y al conocimiento. La digitalización del libro está transformando la manera en que los lectores acceden a la información y al conocimiento, bien sea la lectura en pantallas de todo tipo de contenidos digitales, el auge del comercio electrónico de libros y revistas, el intercambio de información entre conocidos y perfectos desconocidos o la gestión del conocimiento a través de herramientas de comunicación online como Twitter o Wikipedia, entre otros.Pero esta transformación no tiene por qué afectar necesariamente a nuestros derechos adquiridos a lo largo de la historia como consumidores de libros ni mermar nuestros derechos a la privacidad como ciudadanos. Los lectores de Dosdoce.com saben que somos unos claros defensores de los libros electrónicos y de la lectura en pantallas. Precisamente por nuestra defensa de la edición digital, abogamos por una definición concisa y transparente de los derechos de los lectores de eBooks antes de que se consolide en la futura sociedad digital el nuevo modelo de acceso a los libros digitales, más conocido como los "libros en la nube" o "pago por lectura". Estos nuevos hábitos de acceso a la Red están determinando el enfoque del concepto Libro en la nube, que significa básicamente que en lugar de tener que ir a un ordenador para acceder a nuestros libros o revistas, todos esos contenidos y aplicaciones estarán disponibles en la Red y serán accesibles para cualquier persona en cualquier momento y desde cualquier tipo de dispositivo (un ordenador, un móvil o un eReader).Derechos adquiridos que no debemos cederEn el mundo analógico -por así decir-, como compradores de libros en papel queda establecida una serie de normas cuya importancia y necesidad social no habíamos posiblemente valorado hasta la aparición de los libros digitales, y que no debemos ceder con la llegada de nuevas formas de acceso a los libros, la información y el conocimiento:
• Cuando compramos un libro en una librería nos convertimos en los dueños de ese producto.
• Nuestros datos de compra no pueden ser reutilizados sin nuestro permiso.
• Nuestro historial de compra no puede ser vendido para fines comerciales (publicidad, etc.).
• Nuestras afinidades lectoras no pueden ser divulgadas a terceros.
• Podemos realizar compras de libros totalmente anónimas pagando en metálico y sin dejar rastro personal alguno de dicha compra.
• Podemos prestar nuestro libro a un familiar, amigo o compañero del trabajo.
• Nuestras notas y apuntes son personales y visibles hasta cuando queramos para quien queramos.
Todos estos derechos de los lectores, que nos son tan habituales con cada compra y so de un libro en papel, deberían garantizarse en el nuevo entorno digital.Los libros en la nube: interconexión vigiladaLas plataformas de acceso y venta de libros digitales de Google, Amazon y Apple están basadas en el concepto de "libros en la nube", que conlleva una nueva manera de acceder a la información y al conocimiento. En vez de descargarme un libro en mi ordenador o eBook, me conectaré a una determinada plataforma para acceder a mis libros. El "libro en la nube" no se puede descargar ni imprimir; accedemos a una plataforma donde tenemos nuestra biblioteca de libros y una serie de posibilidades para acceder a ese contenido. Podemos, por ejemplo, alquilar el contenido durante un año o un mes, así como acceder a un determinado libro con los comentarios de otros lectores. Sin lugar a dudas, este nuevo modelo de pago por lectura aportará enormes ahorros financieros y la posibilidad de generar múltiples servicios de valor añadido a las plataformas de acceso y venta de eBooks. No obstante, compartir conocimiento en línea o alquilar un libro digital no debería convertirse en un ejercicio de constante defensa por parte del usuario para sentirse seguro o protegido. Podemos, y debemos, aceptar que un libro en formato digital dejará de ser un objeto material y tangible como lo había sido hasta ahora. Pero esto no significa que debamos ceder nuestros derechos como ciudadanos a los intereses comerciales de las empresas privadas. Hay que hallar la manera de encontrar un equilibrio entre las ventajas de la nube y los derechos adquiridos de los lectores ante la privacidad, intimidad y propiedad.Defensa de nuestros derechos como lectoresEn los Estados Unidos, el colectivo de bibliotecarios y varios organismos sin ánimo de lucro como la Electronic Frontier Foundation han asumido el reto de evitar que la consolidación de estos nuevos modelos de acceso al conocimiento choque contra los valores democráticos más básicos. La biblioteca digital siempre disponible en cualquier momento y en cualquier lugar favorecerá el acceso a múltiples contenidos digitales, pero las autoridades públicas deberían plantearse legislar sobre qué pueden hacer o no estas empresas en la nube con el fin de proteger nuestros derechos como consumidores y ciudadanos. No debemos permitir que nuestros datos personales relacionados con los hábitos de compra online y nuestras afinidades lectoras derivadas de nuestra lectura en pantallas sean utilizados para fines comerciales sin nuestro consentimiento expreso. A raíz de todos estos argumentos y siguiendo iniciativas similares en los Estados Unidos en relación con este tema, como las de Peter Brantley, director de contenidos del Internet Archive, o las recomendaciones de la mencionada Electronic Frontier Foundation proponemos el siguiente dodecálogo para proteger los derechos del lector de libros digitales.Dodecálogo de derechos del lector de libros digitales1. Las plataformas de acceso y venta de eBooks no deben comerciar con el historial de compra de los lectores sin su consentimiento previo.
2. Aquellas plataformas que quieran reutilizar con fines comerciales el historial de compra de los lectores para mejorar sus sistemas de recomendación de libros o generar ingresos publicitarios relacionados con las compras realizadas deberán comunicar previamente a los lectores qué tipo de información guardan en sus plataformas, por cuánto tiempo y para qué fines comerciales.
3. El lector de libros digitales podrá acceder a esta información personal en cualquier momento y borrar su historial en caso de considerarlo oportuno.
4. Las plataformas de acceso y venta de eBooks deberán garantizar que los eBooks adquiridos son propiedad de aquellas personas que los han comprado. Tras la polémica decisión de Amazon de entrar en la cuenta de sus usuarios y eliminar los ejemplares digitales vendidos del libro de George Orwell 1984 por discrepancias con su proveedor, se justifica que exijamos que las plataformas de comercialización de eBooks se comprometan a respetar nuestros derechos como consumidores. Ninguna plataforma o librería virtual debería ser capaz de eliminar de mi cuenta un libro ya adquirido o limitar el acceso al mismo sin mi consentimiento expreso.
5. En caso de alquiler, pago por lectura o subscripción de cualquier contenido digital, el usuario debería tener una opción a compra perpetua.
6. Al igual que en el mundo analógico podemos prestar un libro comprado a un amigo, en el mundo digital deberíamos preservar el derecho a realizar préstamos de libros en cualquier formato y sin coste adicional.
7. Se nos debe garantizar la posibilidad de leer cualquier libro de nuestra biblioteca en la nube o plataforma en cualquier dispositivo, sin restricciones ni limitaciones por sistemas, derechos, fronteras, etc., y siempre de una forma amable y legible.
8. Las plataformas de acceso y venta de eBooks deberían permitir que las personas que deseen hacer sus compras en un entorno plenamente privado puedan hacerlo sin que sus datos de compra sean almacenados en ningún momento ni comercializados a terceros.
9. Los compradores de libros digitales podrán eliminar su historial de compra o alquiler, así como destruir los propios libros adquiridos, en cualquier momento y de forma definitiva sin dejar rastro alguno de su previa existencia en ninguna memoria virtual.
10. Los lectores podrán regalar o revender cualquier libro adquirido que ya no se quiera mantener en su biblioteca digital.
11. Los lectores podrán subrayar, marcar y hacer anotaciones de forma anónima en sus libros adquiridos. Aquellos lectores que quieran compartir con otros lectores sus anotaciones personales deberán poder hacerlo, pero si en cualquier momento cambian de opinión también podrán retirar las aportaciones prestadas.
12. Al igual que podemos mantener nuestro número de teléfono móvil si nos cambiamos de operador, las plataformas deberán garantizar la portabilidad de los datos de los usuarios. Si por cualquier motivo un lector abandona una plataforma deberá poder transportar los libros adquiridos, notas e historial de compra a la nueva plataforma de forma fácil y eficiente.
No debemos olvidar que nos encontramos en la primera fase de definición del futuro modelo de sociedad digital. Lo que hagamos, cómo lo hagamos y lo que decidamos en esta primera etapa tendrá una amplia repercusión en el futuro. Como lectores ciudadanos nos corresponde garantizar que los intereses públicos de la futura sociedad digital estén por encima de los intereses económicos de las empresas por muy legítimos que sean.
Tomado de: Javier Celaya - José Antonio Vázquez

martes, 15 de febrero de 2011

Bibliotecas de la ciudad

La Argentina, entre los países con más virus informáticos

Ariel Torres
LA NACION

"En la Argentina, el 75% del software en uso es ilegal, y eso sin duda tiene relación con la cantidad de malware circulante", respondió Pizani. Consejo: si no es posible pagar la licencia de un software comercial, lo mejor es optar por software gratis; lanacion.com tiene un blog dedicado a esta clase de programas http://blogs.lanacion.com.ar/freeware/ 
Para leer la nota completa ir a http://www.lanacion.com.ar/1350058-la-argentina-entre-los-paises-con-mas-virus-informaticos