viernes, 1 de abril de 2011

Defienden el papel de las nuevas tecnologías en el futuro de las bibliotecas


Las cuarenta millones de personas que pasaron el año pasado por la biblioteca de Nueva York demuestran que la gente "quiere y necesita" este servicio.
En total, fueron 400.000 los libros electrónicos que estuvieron en circulación en ese mismo periodo, ha reseñado Leclerc, quien ha aventurado que su uso irá en aumento.
La biblioteca es un sitio "donde estar después del colegio" para los adolescentes y "para la gente de la tercera edad por la mañana" en Estados Unidos, donde hay una tradición que se remonta a principios del siglo XX con la fundación por iniciativa privada de una red de 1.500 bibliotecas públicas en 1.400 ciudades americanas.
Desde entonces, ha dicho el presidente de la Biblioteca Pública de Nueva York, casi todos los niños estadounidenses recuerdan como un rito de iniciación el día en que consiguen su primera tarjeta de biblioteca.
"Las bibliotecas públicas son, aparte de los parques, los únicos sitios donde puede venir la gente gratis a reunirse", ha explicado Leclerc, quien ha dado una serie de claves para la gestión de estos espacios en Europa.
A su juicio, la articulación de este espacio público debe hacerse pensando en las necesidades y gustos del usuario para obtener los libros que quieran leer sin imponer, por ejemplo, la lectura de clásicos.
A su vez, Leclerc ha abogado por utilizar la biblioteca también como sala de conciertos o lugar donde no solo archivar libros sino también música y videojuegos.
El 68 % de los americanos de más de 14 años fue el año pasado a una biblioteca pública cuyo papel, según el experto, toma incluso una mayor importancia en tiempos de crisis como los actuales.
Fuente: http://www.adn.es/cultura/20110330/NWS-0924-Defienden-tecnologias-bibliotecas-futuro-nuevas.html

Los limites no solo en la escuela


http://rincondelbibliotecario


Por: Agustina Lanusse
La psicóloga Maritchu Seitún propone poner límites a los chicos en el hogar y no esperar que lo haga la escuela
El estado de permisivismo con el cual los padres hoy educan a sus hijos, es, a los ojos de la reconocida psicóloga Maritchu Seitún, un hecho catastrófico que acarrea consecuencias nefastas para el futuro. Y lo peor: los adultos no terminan de tomar conciencia.
Esta profesional que tiene su agenda atiborrada de consultas de padres (con quienes trabaja en orientación desde hace más de 30 años, como una manera de promover la salud emocional y evitar terapias de menores) explica que los mayores han entendido mal lo que significa no ser autoritarios.
"Quisimos salirnos del modelo autoritarista y hemos caído en un permisivismo aún más dañino. Los papás hoy tenemos miedo a nuestros hijos; tememos perder su amor si les decimos que no a ciertas cosas. Los hijos se han convertido en los pequeños reyes de la casa, y nosotros, en sus esclavos", agrega Seitún, autora del libro Criar hijos confiados, motivados y seguros , que acaba de publicar Grijalbo.
Seitún es una optimista por naturaleza. Propone, con ejemplos prácticos, un modelo educativo intermedio en el cual los padres habiliten a sus hijos a expresar sus sentimientos y deseos, al mismo tiempo que encaucen lo que dicen y hacen. O sea, máxima aceptación de lo que se siente y desea, pero firmeza adecuada.
Etapa capital
Si bien insiste en que los primeros cinco años de vida son cruciales para instaurar hábitos sanos, o para brindar esa mirada amorosa e incondicional que todo hijo precisa para crecer con una buena estima de sí mismo, insiste en que siempre hay tiempo para cambiar y ser mejor padre.
"Los chicos nos dan millones de oportunidades", dice.
Es posible, entonces, volver a empezar y convertirse activamente sen un padre tierno y firme a la vez, capaz de mirar y amar al hijo incondicionalmente, más allá de sus actos.
Para no dañar su autoestima, según explica, debemos criticar su conducta, pero no su persona. Decirle: "«Quiero que dejes tu cuarto ordenado», y no, por ejemplo, «Sos siempre el mismo desordenado»".
Hogar, escuela, sociedad
Ella concibe la educación como las capas de una cebolla o como las cajitas de las muñecas rusas. El hogar es el primer lugar que debe contener al chico y ayudarlo a crecer con límites sanos. Si éste no lo hace, el niño tenderá a portarse mal en el colegio y buscará los límites allí. Si la escuela no lo frena, saldrá a la calle a hacer lío con el fin de que la policía lo pare.
"Muchas veces, el menor que delinque una vez que llega a la cárcel siente alivio, ya que por fin alguien lo ataja y lo cuida de sí mismo", comenta.
-¿Por qué fallamos a la hora de poner límites?
-Primero, porque no somos modelos válidos. Todo vale a la hora de violar reglas. Conducimos por la banquina, pasamos la luz roja, no respetamos el lugar en la fila. Y además, desde nuestros hogares, las escuelas y la sociedad no estamos estableciendo un sistema claro de pautas por cumplir [que conlleven consecuencias cumplibles], y mucho menos estamos ayudando a los menores a desarrollar la capacidad de esfuerzo, de espera y frustración que tanto necesitan para convertirse en personas maduras.
-¿Qué consecuencias tiene el satisfacer sus deseos de forma inmediata?
-Al hacerlo estamos criando chicos sin vuelo ni aspiraciones. La satisfacción inmediata nos impide levantar vuelo y encauzar la energía hacia objetivos más elevados. La falta de frustraciones saludables explica, en parte, por qué muchos adolescentes de hoy pocas veces tienen sueños imposibles o ideales comunitarios que vayan más allá de un iPod, una PlayStation o un celular. Los neurólogos hoy están llenos de consultas de chicos que no pueden esperar, que no se pueden frustrar. Antes, esto lo aprendíamos de la mano de nuestros padres. Tocaba esperar dos años hasta heredar la bici del hermano. Hoy se la compran ya. Por todo esto, pienso que los mayores tenemos una tarea muy activa en estos temas porque los estímulos externos son muy fuertes y atractivos, y distraen del esfuerzo que implica esperar y postergar.
-Esta cultura de la inmediatez, del todo ya, del descarte, produce chicos ansiosos, que quieren comprar de todo, hacer programas a cada rato. ¿Cómo manejar esta ansiedad?
-Se la maneja erigiéndonos en modelos y acompañando en el dolor. Los chicos no están acostumbrados a sufrir. Si, por ejemplo, el amiguito de la esquina no quiso jugar con mi chiquito de cuatro años, es mejor acompañar su sentimiento con frases como: "¡Qué bronca tenés! Te morías de ganas de jugar con fulanito y ¡qué pena que no quiso!". Es preferible eso a tener que decirle: "Bueno, no importa. Vamos a tomar un helado", para tapar su desilusión. Hay que trabajar su dolor para que el día que el compañero de banco del colegio lo rechace, él tenga recursos para soportarlo. Si no aprenden a sufrir de pequeños, nunca se animarán a alejarse de nosotros, porque al lado de papá no se sufre, o se convertirán más tarde en esos grandulones de 35 años que no quieren dejar la casa materna. Además, no tendrán herramientas para afrontar los dolores que la vida indefectiblemente les presentará.
El desafío y el esfuerzo por educar cada día con amor y paciencia es enorme y cansador, por momentos. Pero para Seitún, los intentos que se hagan por hacerlo suficientemente bien, con inteligencia, firmeza, buen ánimo y espíritu redundarán en el clima hogareño y el vínculo con los hijos.
DIXIT
· "Quisimos salir del modelo autoritarista y hemos caído en un permisivismo aún más dañino"
· "Al consentirlos, criamos chicos sin vuelo ni aspiraciones. Las frustraciones son saludables"

MARITCHU SEITÚN
QUINCE MINUTOS EXCLUSIVOS PARA LOS HIJOS
· Seitún es práctica a la hora de dar consejos de crianza. Explica, por ejemplo, que no es necesario estar largos ratos dedicados a los hijos. "Con 15 minutos exclusivos por día y por hijo es suficiente." Eso sí: estando totalmente disponibles para escucharlos y mirarlos. Este tiempo diario es para ella "una vitamina que cura" y que, con los años, produce vínculos cercanos y amorosos en la familia. "Cuando nuestro hijo nota que, cuando estamos dedicados a ellos, aunque suene el teléfono o el celular nosotros no nos levantamos a atenderlo, se siente valioso y muy querido. Eso vale oro", concluye

jueves, 10 de marzo de 2011

El rincon de la literatura infantil

Soñando cuentos es un blog creado y alimentado por tres maestros de educación infantil, que quieren compartir con los lectores- novedades, reseñas, reflexiones y hasta materiales de texto completo,- acerca del variado material didáctico que utilizan en la cotidianidad de su quehacer como docentes.

La dire de "Soñando cuentos"

miércoles, 23 de febrero de 2011

No me gusta la cumbia, sin embargo.....

Podemos tener opiniones diferentes sobre la cumbia, en particular si debo decir la verdad, a mi no me gusta ni un poquito, sin embargo recibí en estos dias algo llamado la CUMBIA GEOGRÁFICA, y a pesar mio, tengo que aceptar que no está tan mal............ claro que, por lo que dice su letra.
Se las dejo a mano, ahora los que tendrán que fijarse son uds., los demás link están en la etiqueta (arriba) VIDEOS.
Quizás los chicos se la aprendan de memoria, como tantas otras con terribles letras y terminen sabiendo algo más sobre geografia. Soñar no cuesta nada.



También podrán ver:
La cumbia gramatical
La cumbia matemática
La cumbia filosófica

lunes, 21 de febrero de 2011

¿Que es un lector?

PAPELES ROTOS

Hay una foto donde se ve a Borges que intenta descifrar las letras de un libro que tiene pegado a la cara. Está en una de las galerías altas de la Biblioteca Nacional de la calle México, en cuclillas, la mirada contra la página abierta.
Uno de los lectores más persuasivos que conocemos, del que podemos imaginar que ha perdido la vista leyendo, intenta, a pesar de todo, continuar. Ésta podría ser la primera imagen del último lector, el que ha pasado la vida leyendo, el que ha quemado sus ojos en la luz de la lámpara. «Yo soy ahora un lector de páginas que mis ojos ya no ven».
Hay otros casos, y Borges los ha recordado como si fueran sus antepasados (Mármol,Groussac, Milton). Un lector es también el que lee mal, distorsiona, percibe confusamente. En la clínica del arte de leer, no siempre el que tiene mejor vista lee mejor.
«El Aleph», el objeto mágico del miope, el punto de luz donde todo el universo se desordena y se ordena según la posición del cuerpo, es un ejemplo de esta dinámica del ver y el descifrar. Los signos en la página, casi invisibles, se abren a universos múltiples.En Borges la lectura es un arte de la distancia y de la escala.
Kafka veía la literatura del mismo modo. En una carta a Felice Bauer, define así la lectura de su primer libro: «Realmente hay en él un incurable desorden, y es preciso acercarse mucho para ver algo» (la cursiva es mía).
Primera cuestión: la lectura es un arte de la microscopía, de la perspectiva y del espacio (no sólo los pintores se ocupan de esas cosas). Segunda cuestión: la lectura es un asunto de óptica, de luz, una dimensión de la física.
Joyce también sabía ver mundos múltiples en el mapa mínimo del lenguaje. En una foto, se lo ve vestido como un dandy, un ojo tapado con un parche, leyendo con una lupa de gran aumento.
El Finnegans Wake es un laboratorio que somete la lectura a su prueba más extrema. A medida que uno se acerca, esas líneas borrosas se convierten en letras y las letras se enciman y se mezclan, las palabras se transmutan, cambian, el texto es un río, un torrente múltiple, siempre en expansión. Leemos restos, trozos sueltos, fragmentos, la unidad del sentido es ilusoria.
La primera representación espacial de este tipo de lectura ya está en Cervantes, bajo la forma de los papeles que levantaba de la calle. Ésa es la situación inicial de la novela, su presupuesto diríamos mejor. «Leía incluso los papeles rotos que encontraba en la calle», se dice en el Quijote (I, 5).
Podríamos ver allí la condición material del lector moderno: vive en un mundo designos; está rodeado de palabras impresas (que, en el caso de Cervantes, la imprenta ha empezado a difundir poco tiempo antes); en el tumulto de la ciudad se detiene a levantar papeles tirados en la calle, quiere leerlos.
Sólo que ahora, dice Joyce en el Finnegans Wake –es decir en el otro extremo del arco imaginario que se abre con Don Quijote–, estos papeles rotos están perdidos en un basurero, picoteados por una gallina que escarba. Las palabras se mezclan, se embarran, son letras corridas, pero legibles todavía. Ya sabemos que el Finnegans es una carta extraviada en un basural, un «tumulto de borrones y de manchas, de gritos y retorcimientos y fragmentos yuxtapuestos». Shaum, el que lee y descifra en el texto de Joyce, está condenado a «escarbar por siempre jamás hasta que se le hunda la mollera y se le pierda la cabeza, el texto está destinado a ese lector ideal que sufre un insomnio ideal» (by that ideal reader suffering from an ideal insomnia).
El lector adicto, el que no puede dejar de leer, y el lector insomne, el que está siempre despierto, son representaciones extremas de lo que significa leer un texto, personificaciones narrativas de la compleja presencia del lector en la literatura. Los llamaría lectores puros; para ellos la lectura no es sólo una práctica, sino una forma de vida.
Muchas veces los textos han convertido al lector en un héroe trágico (y la tragedia tiene mucho que ver con leer mal), un empecinado que pierde la razón porque no quiere capitular en su intento de encontrar el sentido. Hay una larga relación entre droga y escritura, pero pocos rastros de una posible relación entre droga y lectura, salvo en ciertas novelas (de Proust, de Arlt, de Flaubert) donde la lectura se convierte en una adicción que distorsiona la realidad, una enfermedad y un mal.
Se trata siempre del relato de una excepción, de un caso límite. En la literatura el que lee está lejos de ser una figura normalizada y pacífica (de lo contrario no se narraría); aparece más bien como un lector extremo, siempre apasionado y compulsivo. (En «El Aleph» todo el universo es un pretexto para leer las cartas obscenas de Beatriz Viterbo.)
Rastrear el modo en que está representada la figura del lector en la literatura supone trabajar con casos específicos, historias particulares que cristalizan redes y mundos posibles.
Detengámonos, por ejemplo, en la escena en la que el Cónsul, en el final de Under the Volcano, la novela de Malcolm Lowry, lee unas cartas en El Farolito, la cantina de Parián, en México, a la sombra de Popocatépetl y del Iztaccíhuatl. Estamos en el último capítulo del libro y en un sentido el Cónsul ha ido hasta allí para encontrar lo que ha perdido. Son las cartas que Yvonne, su ex mujer, le ha escrito en esos meses de ausencia y que el Cónsul ha olvidado en el bar, meses atrás, borracho. Se trata de uno de los motivos centrales de la novela; la intriga oculta que sostiene la trama, las cartas extraviadas que han llegado sin embargo a destino. Cuando las ve, comprende que sólo podían estar allí y en ningún otro lado, y al final va a morir por ellas.

El Cónsul bebió un poco más de mezcal.
«Es este silencio lo que me aterra... este silencio...»
El Cónsul releyó varias veces esta frase, la misma frase, la misma carta, todas las letras, vanas como las que llegan al puerto a bordo de un barco y van dirigidas a alguien que quedó sepultado en el mar, y como tenía cierta dificultad para fijar la vista, las palabras se volvían borrosas, desarticuladas y su propio nombre le salía al encuentro; pero el mezcal había vuelto a ponerlo en contacto con su situación hasta el punto de que no necesitaba comprender ahora significado alguno en las palabras, aparte de la abyecta confirmación de su propia perdición...

En el universo de la novela las viejas cartas se entienden y se descifran por el relato mismo; más que un sentido, producen una experiencia y, a la vez, sólo la experiencia permite descifrarlas. No se trata de interpretar (porque ya se sabe todo), sino de revivir. La novela –es decir, la experiencia del Cónsul– es el contexto y el comentario de lo que se lee. Las palabras le conciernen personalmente, como una suerte de profecía realizada.
En el exceso, algo de la verdad de la práctica de la lectura se deja ver; su revés, su zona secreta: los usos desviados, la lectura fuera de lugar. Tal vez el ejemplo más nítido de este modo de leer esté en el sueño (en los libros que se leen en los sueños).
Richard Ellman en un momento de su biografía muestra a Joyce muy interesado por esas cuestiones. «Dime, Bird, le dijo a William Bird, un frecuente compañero de aquellos días, ¿has soñado alguna vez que estabas leyendo? Muy a menudo, dijo Bird. Dime pues, ¿a qué velocidad lees en tus sueños?»
Hay una relación entre la lectura y lo real, pero también hay una relación entre la lectura y los sueños, y en ese doble vínculo la novela ha tramado su historia.
Digamos mejor que la novela –con Joyce y Cervantes en primer lugar– busca sus temas en la realidad, pero encuentra en los sueños un modo de leer. Esta lectura nocturna define un tipo particular de lector, el visionario, el que lee para saber cómo vivir. Desde luego, el Astrólogo de Arlt es una figura extrema de este tipo de lector. Y tambiénErdosain, su doble melancólico y suicida, que lee en un diario la noticia de un crimen y la repite luego al matar a la Bizca.
En este registro imaginario y casi onírico de los modos de leer, con sus tácticas y sus desviaciones, con sus modulaciones y sus cambios de ritmo, se produce además un desplazamiento, que es una muestra de la forma específica que tiene la literatura de narrar las relaciones sociales. La experiencia está siempre localizada y situada, se concentra en una escena específica, nunca es abstracta.
Habría en este sentido dos caminos. Por un lado, seguir al lector, visto siempre al sesgo, casi como un detalle al margen, en ciertas escenas que condensan y fijan una historia muy fluida. Por otro lado, seguir el registro imaginario de la práctica misma y sus efectos, una suerte de historia invisible de los modos de leer, con sus ruinas y sus huellas, su economía y sus condiciones materiales.
De hecho, al fijar las escenas de lectura, la literatura individualiza y designa al que lee, lo hace ver en un contexto preciso, lo nombra. Y el nombre propio es un acontecimiento porque el lector tiende a ser anónimo e invisible. Por de pronto, el nombre asociado a la lectura remite a la cita, a la traducción, a la copia, a los distintos modos de escribir una lectura, de hacer visible que se ha leído (el crítico sería, en este sentido, la figuración oficial de este tipo de lector, pero por supuesto no el único ni el más interesante). Se trata de un tráfico paralelo al de las citas: una figura aparece nombrada, o mejor, es citada. Se hace ver una situación de lectura, con sus relaciones de propiedad y sus modos de apropiación.
Buscamos, entonces, las figuraciones del lector en la literatura; esto es, las representaciones imaginarias del arte de leer en la ficción. Intentamos una historia imaginaria de los lectores y no una historia de la lectura. No nos preguntaremos tanto qué es leer, sino quién es el que lee (dónde está leyendo, para qué, en qué condiciones, cuál es su historia).
Llamaría a ese tipo de representación una lección de lectura, si se me permite variar el título del texto clásico de Lévi–Strauss e imaginar la posición del antropólogo que recibe la descripción de un informante sobre una cultura que desconoce. Esas escenas serían, entonces, como pequeños informes del estado de una sociedad imaginaria –la sociedad de los lectores– que siempre parece a punto de entrar en extinción o cuya extinción, en todo caso, se anuncia desde siempre.
El primero que entre nosotros pensó estos problemas fue, ya lo sabemos, Macedonio Fernández. Macedonio aspiraba a que su Museo de la novela de la Eterna fuera «la obra en que el lector será por fin leído». Y se propuso establecer una clasificación: series, tipologías, clases y casos de lectores. Una suerte de zoología o de botánica irreal que localiza géneros y especies de lectores en la selva de la literatura.
Para poder definir al lector, diría Macedonio, primero hay que saber encontrarlo. Es decir, nombrarlo, individualizarlo, contar su historia. La literatura hace eso: le da, al lector, un nombre y una historia, lo sustrae de la práctica múltiple y anónima, lo hace visible en un contexto preciso, lo integra en una narración particular.
La pregunta «qué es un lector» es, en definitiva, la pregunta de la literatura. Esa pregunta la constituye, no es externa a sí misma, es su condición de existencia. Y su respuesta –para beneficio de todos nosotros, lectores imperfectos pero reales– es un relato: inquietante, singular y siempre distinto.

domingo, 20 de febrero de 2011

Proyecto Quijote 2.0

La Real Academia Española y YouTube impulsan la lectura global de "El Quijote" en la Red con el fin de incentivar el uso del español en YouTube ------------------------------------------------------------------------------

Los tiempos han cambiado tanto que hasta los clásicos se están subiendo al carro de las nuevas tecnologías para llegar al público. La obra cumbre de Miguel de Cervantes no podía ser menos, así que YouTube, la Real Academia Española (RAE) y la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) han lanzado un interesante proyecto con el fin de promover el uso del español en YouTube y el compromiso de ofrecer contenidos educativos y culturales a nivel internacional. "Quijote 2.0"" pretende recrear en vídeo la lectura completa de la obra cumbre de la literatura española en boca de 2149 hispanohablantes de todo el mundo.
Capitulo 1: