Mostrando entradas con la etiqueta Dias y noches de amor y de guerra. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Dias y noches de amor y de guerra. Mostrar todas las entradas

domingo, 7 de agosto de 2011

otra de Galeano

de "Dias y noches de amor y de guerra"

LE DEBO UN PAR DE HISTORIAS, AUNQUE ÉL NO SABE, Y SE LAS VOY A PAGAR
A don Alejo Carpentier no lo conozco. Alguna vez tendré que verlo. Tengo que decirle:
-Mire, don Alejo, yo creo que usted nunca ha de haber oído hablar del Mingo Ferreira. Él es un compatriota mío que dibuja con gracia y con drama. Me acompañó durante años en las sucesivas aventuras de los diarios, las revistas y los libros. Trabajó a mi lado y algo supe de él, aunque poco. Él es un tipo sin palabras. Lo que a él le salen son dibujos, no palabras. Viene de Tacuarembó, es hijo de un zapatero; siempre fue pobre.
Y decirle:
-En Montevideo, él se ligó varias prisiones y palizas. Una vez estuvo preso durante algunos meses, cerca de un año, creo, y cuando salió me contó que en el lugar donde estaban encerrados, se podía leer en voz alta. Era un galpón inmundo. Los presos se amontonaban uno encima del otro, rodeados de fusiles, y no podían moverse ni para mear. Cada día uno de los presos se paraba y leía para todos.
Yo quería contarle, don Alejo, que los presos quisieron leer El siglo de las luces y no pudieron. Los guardias dejaron entrar el libro, pero los presos no pudieron leerlo. Quiero decir: lo empezaron varias veces y varias veces tuvieron que dejarlo. Usted les hacía sentir la lluvia y los olores violentos de la tierra y de la noche. Usted les llevaba el mar y el estrépito del oleaje rompiendo contra la quilla del buque y les mostraba el latido del cielo a la hora en que nace el día; y ellos no podían seguir leyendo eso.
Y decirle:
-De Milton Roberts puede ser que se acuerde. Milton era aquel muchacho grandote y de linda mirada que le hizo una entrevista para Crisis. Él había viajado a París, creo que fue a mediados del 73, y yo le encargué que le hiciera una entrevista. ¿Se acuerda? Milton había ido para que lo vieran unos médicos franceses que eran los más entendidos en la enfermedad que él tenía. Pero no había nada que hacer. Volvió a Buenos Aires y ya no pudo levantarse de la cama. Fue una agonía larga. Se hinchó. Fue perdiendo la poca fuerza que le quedaba y también fue perdiendo la voz. Antes de que el mal se le subiera a la garganta, Milton me habló unas cuantas veces del reportaje que le había hecho. Me lo contó entero. Recordaba todo, palabra por palabra. Me habló de usted como si hubiese sido su amigo de toda la vida. Me contó lo que usted le había dicho de sus amores con la música y la literatura. Me contó sus historias de piratas y dictadores, una por una, con detalles de costumbres y vicios chicos de hace dos o tres siglos. Hablaba de todo eso y se le encendían los ojos; y es con esa cara que lo tengo en la memoria.
Después que se murió, Claudine, la compañera, revolvió sus papeles buscando los apuntes de la entrevista, y buscó y rebuscó pero no encontró nada. Esos papeles no aparecieron nunca.
Y decirle:
-Yo quería contarle estas cosas, compañero Alejo, y dejárselas, porque son suyas.

Para leer más de este libro, lo podés encontrar en : http://www.elortiba.org/galeano.html