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sábado, 17 de agosto de 2013

Recomendaciones

por Reynaldo Sietecase (extraido de su blog)
"La loca de la casa" es el título del libro más personal de Rosa Montero. La escritora española hace un recorrido autobiográfico donde mezcla reflexiones sobre la escritura con momentos de ficción y de su propia vida. "La loca de la casa" es también la fantasía y no sólo aquel o aquella que se somete a sus caprichosos designios. Debo confesar que me gustan las mujeres que escriben. Me gustan las que leen. Me gustan las mujeres que cantan y las que callan sólo cuando quieren callar. También las que cocinan rico y las que saben disfrutar. Me gustan las mujeres que gobiernan. No me gustan las mujeres que se dejan mandar. Me gustan las mujeres que se la bancan. No me gustan las mujeres que no se hacen respetar. Me gustan las que persiguen sus deseos. Me gustan las mujeres que defienden su lugar.
 
 
por Benito Garrido
La escritora y periodista Rosa Montero acaba de lanzar su último libro, La ridícula idea de no volver a verte (Editorial Seix-Barral, 2013), una aproximación al perfil humano e histórico de una de las figuras más importantes que el mundo de la ciencia ha dado, Marie Curie. Cuando la escritora leyó el maravilloso diario que Curie comenzó tras la muerte de su esposo, y que se incluye al final de este libro, sintió que la historia de esa mujer deslumbrante que se enfrentó a su época le llenaba la cabeza de ideas y emociones.
Siempre me resultó una mujer fascinante, cosa que por otra parte le ocurre a casi todo el mundo, porque es un personaje anómalo y romántico que parece más grande que la vida. Una polaca espectacular que fue capaz de ganar dos premios Nobel, uno de Física en 1903 junto con su marido, Pierre Curie, y otro de Química, en 1911, en solitario. De hecho, en toda la historia de los Nobel sólo ha habido otras tres personas que obtuvieron dos galardones.
 
Si no llega a ser por su marido el premio de 1903 a Marie no se lo hubiesen concedido. El hecho de ser mujer seguía pesando en la tradicional sociedad sueca; y aunque finalmente se lo concedieron, compartido con su marido, no llegó siquiera a levantarse para recogerlo, tuvo que ver el acto desde la platea. En 1911 fue aún peor pues, ya viuda y tras un escándalo amoroso con un hombre casado, también científico, la academia sueca le pidió que no se personase en el acto de entrega, algo a lo que ella se negó en rotundo. Está claro que fue una mujer que tuvo que luchar continuamente contra los elementos.