La mayoría de los editores españoles consultados comparten una opinión sobre la librería virtual —y distribuidor de todo tipo de productos, que hace honor al viejo lema de Harrod’s, “ofrece desde un elefante a un alfiler”—: Amazon es un vendedor importante —para muchos es el quinto o sexto cliente— con el que, por ahora, no han tenido mayores problemas. Pero miran al futuro cada vez con mayor inquietud. El reproche más generalizado es que su principal obsesión es el precio. “La máxima de Amazon es que cuanto más barato, más se vende, da igual que sean cafeteras o libros”, asegura Paula Canal Huarte, de
Anagrama, la más grande de las editoriales independientes españolas que tiene en su catálogo desde a
Rafael Chirbeshasta a Roberto Bolaño o Ian McEwan. “Pero con los libros no funciona exactamente así, ya que por muy baratos que sean la mayoría no se van a vender más, sino que se va a reducir tanto el beneficio del editor que no le será posible seguir publicando libros más minoritarios, caros de traducir o de editar”. Para ilustrar su forma de operar, el analista Javier Celaya explica que Amazon cambia de precios en todo el mundo dos millones y medio de veces al día.
El mercado del libro electrónico, que es donde Amazon es más fuerte, representa, según los últimos datos de la
Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), un 3% del total, aunque en 2013 subió un 8% con respecto al año anterior. “En el mundo analógico no tienen una posición mayoritaria, pero en el libro digital controlan en torno al 40%”, afirma Antonio María Ávila, secretario de la Federación de Editores. La cifra del 3% es engañosa por la piratería, un problema especialmente grave en España: según diferentes fuentes se venden muchos lectores electrónicos y muy pocos ciberlibros, lo que quiere decir que, como señala un librero, “la gente consume títulos gratuitos o se piratea mucho, o un poco de cada cosa”. Editores y libreros consultados también aseguran que Amazon es una empresa que funciona bien, que liquida en tiempo y forma y que envía millones de títulos con mucha rapidez —el 90% de los libros de papel que venden no están en la lista de best sellers, sino que son obras de fondo—. En el caso del Kindle, que llegó al mercado en 2007 y se impuso rápidamente a sus competidores, se trata de un dispositivo con el que resulta muy sencillo comprar libros, que ofrece un catálogo enorme y creciente.
El enfrentamiento en Alemania ha preocupado especialmente a los editores españoles porque, a diferencia de Estados Unidos y el Reino Unido, donde el precio es completamente libre, allí como aquí los libros tienen un precio fijo (es el editor el que lo decide y éste no se puede cambiar, más allá de un descuento del 5% en las grandes superficies, de un 10% en ferias o el Día del Libro, incluso regalar el envío se considera un descuento y no está permitido). “El precio fijo es la mayor garantía que podemos tener”, señala Antonio Ramírez, de La Central, que sin embargo sí cree que el conflicto acabará por alcanzar a nuestro país. “Alemania es un país con una red de librerías muy tupida, con un sistema de distribución muy bueno, con muchos lectores y, sin embargo, controlan el 25% del mercado. Nadie puede permitirse el lujo de perder de golpe un cuarto de sus clientes”, prosigue.
La máxima de Amazon es que cuanto más barato, más se vende, da igual que sean cafeteras o libros
Dos editores independientes consultados aseguran que sus negocios dependen del apoyo de las librerías y de los lectores, que, en un mundo de guerras de precios constantes, nunca sobrevivirían y que muchos proyectos culturales de largo aliento se verían afectados. Todos los profesionales consultados consideran que el precio fijo es vital para la supervivencia del mundo del libro. El precio fijo del libro de papel está muy claro: un libro vale lo que vale en su cubierta o en su ISBN. En cambio, con los electrónicos el asunto es mucho más complejo: “El precio es fijo pero variable”, lo define un editor. Precio fijo significa que es el editor quien pone el precio y que lo puede cambiar, siempre que lo haga para todo el mundo (no es legal ofrecer un precio especial a un vendedor). Otra posibilidad es que, dado que el precio va asociado a un número ISBN, basta con hacer una nueva edición para tener un nuevo número y un nuevo precio. Esto en papel es complejo y caro; en un libro digital, no.
¿Qué efecto tiene eso? Que los vendedores de libros electrónicos, no sólo en Amazon sino también en la Casa del Libro, ofrecen promociones y descuentos de acuerdo con los editores, como Kindle Flash o Tagus Today. Varios editores explican que si se baja mucho el precio del libro, las ventas suben y se puede colocar entre los más vendidos, lo que arrastra también las ventas cuando regresa a su precio normal (de nuevo un portavoz de la compañía no quiso pronunciarse sobre esta estrategia de ventas). Otra ventaja de Amazon sobre sus competidores españoles es su ingeniería fiscal. No se trata sólo de los trucos para pagar menos impuestos, como hacen los principales gigantes de Internet (un asunto que la Comisión Europea está estudiando con lupa para atajarlo), sino que, en este caso, tiene un efecto muy concreto: al tener su sede en Luxemburgo, aplica el IVA a los libros electrónicos de este país (un 3%), mientras que en España es del 21%.
Las guerras de precios “nos llevan por un camino peligroso”, asegura una editora. “Muy probablemente estamos depreciando el valor de lo que creamos. Lo podemos hacer porque el libro electrónico representa una parte mínima de nuestra facturación y aplicamos sus costes a lo que ingresamos por el libro de papel. Si la situación cambiase y los libros electrónicos representasen la mayor parte de nuestras ventas, sería insostenible”, prosigue. “Amazon vive en un mundo donde sólo hay consumidores, pero los consumidores son también ciudadanos, que deben velar por la riqueza cultural”, señala Paula Canal Huarte, de Anagrama. Los escritores consultados todavía notan muy poco la presencia de Amazon en sus liquidaciones, aunque, como señala Javier Moro, autor de Pasión india, “sí ha influido en el precio de los libros electrónicos”. “Cuanto más barato, menos te piratean, prefiero el 25% de poco al 25% de nada”, agrega. El poeta y novelista Carlos Pardo, que ha sido librero muchos años, critica “sus métodos de trabajo” (Amazon ha tenido conflictos laborales por las condiciones de trabajo), pero sobre todo el peligro que las condiciones sobre precios pueden llegar a representar para “las pequeñas editoriales”, que encarnan actualmente una de las apuestas más claras por la cultura. Paco Roca, premio Nacional de Cómic que ha publicado recientemente Los surcos del azar, señala que apenas nota las ventas digitales, pero sí le preocupa el efecto de los gigantes de Internet sobre la cultura —aclara que no se refiere sólo a Amazon, sino también a Apple—: “Los monopolios de la distribución de la cultura dan cierto miedo porque pueden llegar a influir sobre los contenidos”.
Mientras sigue el debate, la empresa de Jeff Bezos continúa creciendo y ampliándose a nuevos sectores —acaba de lanzar un teléfono móvil y un servicio de música online—. La distorsión que provoca la piratería y la ausencia de datos proporcionados por la propia compañía, sumado al hecho de que Amazon no lleva ni tres años en España (llegó en septiembre de 2011), hace difícil saber con precisión cuál es su efecto en nuestro mercado. Pero hay una cosa clara: todo el sector está pendiente de cada uno de sus movimientos.