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viernes, 24 de mayo de 2013

25 de Mayo y 30 años de Democracia

LA REVOLUCIÓN DE MAYO

por FELIPE PIGNA
Uno podría preguntarse con todo derecho: ¿la Revolución de Mayo fue un acto económico, un acto político, un acto militar? Y responderse: no, fue un acto escolar. Así atraviesa nuestras vidas el hecho fundador de nuestra nacionalidad, como un recuerdo agridulce de pastelitos, corcho quemado y vendedores ambulantes (...) Los hechos de Mayo son absolutamente inexplicables sin una compren- sión necesaria de la situación europea, porque son el resultado de una compleja serie de causas entre las que la situación externa se torna deter- minante (…) Estaba claro que la suerte de estas colonias dependía de las vicisitudes de la guerra europea y de la política de Napoleón y los ingleses. Los por- teños estaban en vilo esperando las noticias sobre la situación española, que llegaba por barco con dos o tres meses de retraso, y muchas veces la imaginación popular remplazaba la falta de información con rumores y fan- tasías,animando el clima tranquilo y aburrido del virreynato:“Fernando fue asesinado”;“Napoleón se rindió”;“Volvió Fernando”;“Cayó la junta de Se- villa”. El 13 de mayo de 1810 llegó al puerto de Montevideo la fragata inglesa John Paris trayendo al Río de la Plata una noticia grave: el 13 de enero Sevi- lla había caído en manos de Napoleón. (…) En un principio el virrey trató de ocultar las novedades incautándose de todos los periódicos que traía el barco. Pero, según cuenta Mario Belgrano, uno de ellos llegó a manos de Belgrano y Castelli, que se encargaron de di- fundir la noticia. Desde entonces, Cisneros no tuvo más remedio que dar a conocer la información (...) La Semana de Mayo estuvo muy lejos de ser un apacible tránsito de ven- dedores ambulantes y damas antiguas, como se nos enseñó prolijamente en nuestras tiernas infancias. Estaban en juego muchos intereses, nacionales y extranjeros, y las pasiones, en algunos casos legítimas y en otras unidas di- rectamente a los bolsillos, se desataron.
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lunes, 16 de julio de 2012


La Gaceta histórica

“Hemos llegado insensiblemente al punto de mirarnos como enemigos, de tratarnos con una sacrílega desconfianza, y formar a la sombra de dos partidos en apariencias dominantes una porción de facciones, que todos gritan LIBERTAD, LIBERTAD, pero que acaso ninguna de ellas la conoce.”
“¿Hasta cuándo esperaremos para declarar nuestra independencia? ¿No le parece a usted una cosa bien ridícula acuñar moneda, tener el pabellón y cucarda nacional y por último hacer la guerra al soberano de quien en el día se cree dependemos? ¿Qué nos falta más que decirlo? Por otra parte, ¿qué relaciones podremos emprender, cuando estamos a pupilo? (…) Ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas.”
Con estas palabras José de San Martín urgía a romper los vínculos que nos ataban a España poco antes de la declaración de la independencia, mientras preparaba la expedición que pronto daría libertad a Chile. Desde hacía más de seis años que las Provincias Unidas luchaban contra las autoridades españolas que intentaban prolongar la situación colonial en América, ya fuera a través del Consejo de Regencia, las Cortes de Cádiz o el mismo Fernando VII, devuelto al trono en 1813.
Pero recién el 9 de julio de 1816 el Congreso reunido en Tucumán se animaría a dar este paso trascendental, declarando la existencia de una nación libre e independiente de la corona española. Se inauguraba así el proceso de unificación nacional, que se extendería durante varias décadas.
Felipe Pigna

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